En la cima del Lanin, con el equipo de los sueños

9 mosqueteros; una historia de un ascenso al Lanin con un grupo de amigos, viejos e inolvidables compañeros de equipo

Estás para subir el Lanin? Si. 

Así empezó todo. Una idea. Una pregunta. Dos locos que ni siquiera sabían donde queda el Lanin. Ni siquiera sabían que tiene 3776 msnm.  

Pero la vida a veces solo hay que vivirla. No hacerse demasiadas preguntas. Poner una meta. Trazar los objetivos. Y darle para adelante. 

El grupo se fue armando. Esos dos convencieron a otro. Y a otro. Uno más se sumó con mucha paja. Y asi  pasadas las dos semanas ya éramos 6. 

En una cena definimos que cada uno iba a entrenarse por su cuenta. Todo se trata del compromiso. Sabíamos que teníamos que dejarlo todo. 

Tenemos 44 o 45 años. Hace 25 años supimos entrar a una cancha a defendernos como hermanos. No sabíamos bien lo que íbamos a tener que enfrentar. Pero sabíamos que íbamos a estar juntos. Más unidos que nunca. 

Llamamos a uno que organiza este tipo de experiencias. Se sumó sin dudarlo. Le dimos la cinta de capitán. Y depositamos en él toda nuestra confianza. Nos pidió que nos entrenáramos, pero que no nos volviéramos locos. Vamos a llegar todos, nos dijo. Y le creímos. 

Algunos mejor. Otros no tanto. Otros al límite. Así nos juntamos a comer un asado a una semana de volar a San Martín de Los Andes. Pero al equipo le faltaba un jugador. En dos meses no habíamos podido encontrar a nadie. Evidentemente no emanábamos confianza. 

Con el asado a medio comer, apareció él. Llegó con dudas. Salió con certezas. Y al otro día pospuso una operación de rodilla. Por tiempo indeterminado. Cuando baje del Lanin te llamo y vemos, le dijo al doctor. 

Ya éramos 7. Y teníamos un capitán de primera. Nos sentíamos imbatibles. Lo éramos. 

Desde afuera nos llovían todo tipo de comentarios. Tenemos 44 o 45 años. Las casas de apuestas no pagaban un mango por nosotros. Salvo nuestros círculos íntimos. Los que nos vieron comprometer. Los que nos vieron entrenar. 

Pero los de afuera son de palo. 

Viernes 13. En aeroparque parecíamos un viaje de egresados más que un grupo que iba a subir 3776 msnm. Había valijas con rueditas, mochilas de colegio. Para afuera dábamos pena. Pero para adentro nos sentíamos irrompibles.  

Aterrizamos. Hotel. Conocimos a nuestro segundo guía. Y salimos a conseguir el equipamiento que nos faltaba. Nos faltaba de todo. Bastones. Guantes. Botas. Agua. 

Cena y a dormir. Casi nadie durmió. La ansiedad nos había invadido por completo. Desayunamos y subimos a la combi. Hora y media de viaje y ahí estábamos. A punto de jugar un partido. Juntos. 25 años después. 

Podíamos perder. 

Pero no podíamos volver al vestuario sin haberlo dejado todo. Teníamos que poder volver a mirarnos a los ojos sabiendo que nos habíamos defendido a muerte. 

Al pie del volcán. Ya no había tiempo para mirar atrás. Nada de lo hecho antes importaba. Todo era el instante. Aquí. Ahora.

Con mochilas pesadas empezamos a caminar. Paso a paso. Eso te dicen todos. No pienses en nada. Pensa únicamente en cada paso. 

Pero la mente es un músculo extraño. Y cada uno tiene que pelear contra sus demonios. Todos los tenemos. Acaso la vida no se trata de vencerlos?

Teníamos por delante 5 horas de caminata en una pendiente de unos 20 grados. No suena a gran esfuerzo. Pero si quieren saber qué se siente, háganlo. 

El clima era mágico. Sol pleno. El viento estaba en cuarentena. Remeras de manga corta. Protector solar. Pero sobre todo, sentido de pertenencia. Éramos invencibles. 

Paradas a tomar agua. Parada a almorzar. Los 20 grados de inclinación se hicieron 25. Y nos importó poco. Porque estábamos juntos. 

Muy cansados. Con dolores de todo tipo, cada uno fue acomodándose en el equipo. Teníamos que obedecer al capitán y al subcapitán. Ahorrar toda la energía posible para el segundo día. 

Al pasar de los 25 a los 30 grados, las sonrisas empiezan a desaparecer. Los chistes casi no se escuchan. Los silencios son cada vez más fuertes. Pero la confianza en tu compañero sigue intacta. 

El refugio te aparece de sorpresa. Cómo un cachetazo. Justo cuando el demonio te empieza a preguntar: “seguro que vas a llegar?”

Domos naranjas. Entran 7. Los capitanes se cargan el equipo. Nos preparan la comida y nos mandan a dormir. Descansen. Vamos a necesitar mucha energía mañana. 

Mucha. Más de la que cualquiera pueda imaginar.  

Nadie duerme. Todos hacen silencio. Nervios. Dudas. La mente a mil. Parece un ring  de boxeo. Lo desconocido te genera inquietud. Y así pasa la noche. Las tarjetas no nos muestran como ganadores. 

La temporada ha sido muy seca. Y el volcán que generalmente está cubierto en gran parte por nieve, nos muestra su piel. Curtida por el sol del verano, esa piel se cae a pedazos. Es piedra volcánica suelta. 

Pero nadie sabe bien de qué se trata caminar por piedra volcánica suelta. Hasta qué a las 3 de la mañan el capitán te ordena levantarte, equiparte y desayunar. 

Prueben no dormir y desayunar a las 3am. 

El ánimo intacto. Los roles de cada uno ya están definidos. Uno carga más agua para que el que se siente mal cargue menos. Otro solo hace silencio y ahorra toda la energía que puede. Otro lleva la máquina de fotos para mostrarle a los que creyeron. 

Nosotros nos grabaremos cada imagen en el alma. Nadie nos va a borrar lo que estamos por vivir. 

Noche opaca. No tanto frío en el refugio. 2300 msnm. 3.50 am. Linternas frontales encendidas en cada casco. Solo se oyen los pasos de 9 mosqueteros que rompen las piedras al pasar. 

Somos increíbles. 

Vamos a llegar todos. Vamos a llegar todos?

El subcapitan va al frente. El capitán al fondo. Entre los dos contienen un grupo que se estira cómo un bandoneón. Pero no se rompe.  

La oscuridad no cede. Y los demonios se amigan con el frío. Y juntos vienen por nosotros. Nos pegan. Nos duele. Lo sentimos. 

Pero cómo no podemos explicarles que somos irrompibles, nos juntamos. Nos apretamos. Nos hacemos uno. Somos hermanos. 

Y nos seguimos mirando a los ojos. Y con sólo mirarnos nos damos apoyo. Nos decimos “te veo bien”. “Esa rodilla está nueva”. “Esa cagadera ya no existe”. Aunque sepamos que es todo mentira. Aunque sepamos que el otro no da más. Nos miramos a los ojos. 

Y llegamos así, con mucha menos fuerza que hace 1 minuto, al Refugio CAJA. Creemos que ya casi estamos en la cima. Nos sentimos súper héroes. 

Y la piña te pega en la nariz. Acabamos de subir solamente 150 metros de desnivel. 2400 msnm. Pero es solo una piña. 

Las piernas están sentidas. La respiración se acelera. Y todo el aire que te falta te lo está respirando tu propio demonio. Es una pelea muy despareja. 

El tiempo no pasa más. Lo que en el llano es un minuto, a 2700 msnm es una hora. Pero una hora caminando sobre piedra volcánica suelta equivale a 90 metros de desnivel. Porque cada paso que uno da, te quita más de lo que te da. Te da distancia. Te da algo de altura. Pero te arranca energía. De a cachos. Y no te sobra energía. 

La pulseada siempre la gana el sol. Y tocando las 7.30 apagamos las linternas. Y el frío cobarde se esconde. Te pegó de atrás. Y tu compañero no te pudo defender. Pero vos no dudas de tu hermano.  Porque si dudas perdes. Y en la montaña, sólo tenes a tus hermanos. 

Sabes internamente que no te queda mucha energía. No se lo contas a nadie. Ellos lo saben. Lo dicen tus ojos. Pero ellos te sostienen la mirada. No te esquivan. Es la manera de mandarte energía. Ellos esperan que vos hagas lo mismo. Somos un sistema. Estamos interconectados. Y usamos la suma de todas las energías. 

Funcionamos. Somos indestructibles. 

Pasamos los 3000 msnm. Estamos anestesiados. En las paradas uno se duerme. Esta en las últimas. Vamos a llegar todos? 

Las paradas son cada vez más largas. Y cada vez más frecuentes. Es lo que necesitan algunos. Y si eso necesitan algunos, entonces es lo que necesitamos todos. El sistema se retroalimenta. 

Sol. Calor. Energía. Descanso. Silencios. Modo ahorro. Supervivencia. Hermandad. Sino no hay manera.  

El cartel indica que llegamos a los 3500 msnm. La vista es única. Volcán Villarica. Volcán Llaima. El grupo se rompe por el eslabón más débil. Eso nos enseñó un entrenador en aquellos tiempos. 

El capitán lo sabe. Lo mira a lo ojos y le dice “Conmigo nadie que haya llegado a los 3500 msnm no llegó a la cumbre”. Se para y se pone en la fila. 

Los 25 grados de desnivel hace rato se convirtieron en 45. No solo nos comieron las piernas sino que nos obligan a abrazar la montaña. Es la manera que encuentran algunos para combatir el vértigo. El sabe que no lo dejaremos caer. No mira para atrás. Y llegamos a los 3600 msnm. 

Ya nadie hace cuentas. Solo pedimos parar. Tomar agua y descansar. No podemos mirar para arriba. No queremos. Paso a paso. Y seguimos subiendo. 

Todas las cabezas gachas. Mirando las puntas de los pies. El acordeón se estira. Parece romperse. Y desde el extremo más alto se escucha:

“- Río Turbio, Río Turbio, Río Turbio para Mariano. 
- Adelante Mariano. 
- Estamos haciendo cumbre con el grupo de Leandro.”

Vamos a llegar todos? 
Nadie sabía la respuesta. Todos confiábamos en nuestro hermano. Pero sería mentir decir que no teníamos dudas. Pero no nos importaba que llegáramos todos. Nos importaba llegar JUNTOS. 

Los demonios los vencimos. La pulseada la ganamos. Paso a paso. JUNTOS. 

Volverías a subir al Volcán Lanin?
Con este equipo si. 

@tommynealon

autor: Tomás Jorge Nealon

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